Fuente: laverdad.es (13 de enero de 2011)
«Es una niña muy cariñosa, que está siempre riendo y que nos ha alegrado la vida». Así define Ascensión Rodríguez a su hija adoptiva Esther, de 4 años -cumplirá los 5 en abril- que llegó desde Haití a su hogar murciano, en Sangonera la Seca, en enero del año pasado, pocos días después del terrible terremoto que dejó devastado el país más pobre de América y del que ayer se cumplió justo un año.
Ascensión y Francisco José son uno de los tres matrimonios murcianos que lograron traer sanos y salvos a sus hijos adoptivos después de vivir una auténtica pesadilla ante la incertidumbre de saber si seguían aún vivos en el orfanato donde esperaban para ser adoptados, después del terrible temblor de tierra que redujo a escombros parte de la capital de Haití, Puerto Príncipe. Los tres pequeños -Esther, Rafa y Ana- esperaban en ese orfanato a que sus padres adoptivos, todos ellos murcianos, terminaran los trámites para completar el proceso de adopción y pudieran ir a buscarlos, tras más de dos años de gestiones. Pero tras el seísmo, sus sueños también comenzaron a resquebrajarse ante el temor de que los papeles hubieran desaparecido o que, incluso, a los niños les hubiera pasado algo. Gracias a que la responsable del orfanato decidió sacar a los niños de la residencia que amenazaba con derrumbarse, y organizar su viaje a Estados Unidos para ponerlos a salvo, las tres parejas murcianas pudieron ir a recoger a sus hijos a Pittsburgh (Pensilvania).
Ascensión admite que estos día, cuando ve la desolación en que aún está sumido aquel país, se acuerda «de todo lo que pasamos aquellos días de enero», después de salvar infinidad de trámites administrativos y sin saber cómo se encontraba Esther y si podríamos traerla».
La pareja tiene otra hija, Ángela, también adoptada. Ángela es china y se lleva sólo 22 días con su hermana Esther. «Son totalmente distintas, pero se llevan de maravilla. No pueden vivir la una sin la otra, les gusta bañarse juntas, cenar juntas... pero Ángela es muy tranquila y Esther muy inquieta, llena de energía».
Aunque el francés era la lengua materna de Esther, «desde que llegó a Murcia no ha vuelto a hablar una palabra en ese idioma», explica Ascensión. «Mamá y papá fueron las palabras que aprendió primero y luego ¿puedo probar? porque como allí comía mayormente arroz blanco, aquí todos los alimentos, el pescado, la fruta, le llamaban la atención».
Los Reyes Magos han sido generosos con Esther y Ángela y les han traído un estuche con pinturas y plantillas para dibujar, además de juegos de mesa y puzzles. Además, durante estos días de Navidad y Reyes han podido disfrutar mucho con sus primos, con quienes compartieron chocolate y roscón.
Ascensión reconoce que «Esther fue para nosotros un regalo de Reyes enorme. Otro igual no va a haber». Y se deshace en elogios hacia la pequeña: «Nos ha aportado muchísimo, sobre todo mucha alegría; es una niña que hace mucha compañía. Estamos encantados con ella». A Esther le gusta ir al colegio: «Se pasa el día pintando y escribiendo letras. Le encanta aprender cosas nuevas».
Algún día, cuando las niñas sean mayores, a Ascensión y a su marido les gustaría viajar con sus hijas a sus respectivos países. Pero, de momento, «la situación no está cómo para volver a Haití»...
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